sábado, octubre 09, 2010

Esquivando excusas I

Si ayer no era capaz de escribir por falta de tiempo, hoy no soy capaz de escribir porque no me quedan fuerzas para hacerlo. Ayer fue noche de “gaupasa”, leyendo precipitadamente apuntes de un temario de treinta y cuatro para intentar concurrir a un examen hoy, con la única intención real de poder ver su formulación; pero intentando evitar que el Tribunal pensara al ver mi examen que me estaba riendo de ellos y les estaba haciendo perder el tiempo.

Hoy es día de pagar las consecuencias de no haber estudiado poco a poco, día a día, aunque tan sólo hubiera sido hasta donde anoche llegué. Cierto es que trece asignaturas y dos postgrados y dos oposiciones más, difícilmente pueden facilitar otra forma de estudio. Demasiadas ocupaciones que limitan el tiempo que dedicar a cada extremo, máxime cuando, tal y como ha ocurrido en esta ocasión, extremo que había sido, desde hace bastante tiempo, desechado.
Así que, obviamente, se me hace cuesta arriba escribir un post hoy. Pero sé que no debo dejar de hacerlo. Seguro que esta falta de tiempo también coexistió durante el tiempo de vida de mi anterior blog, puede que incluso fuera el desencadenante de su resultado. Así que debo rehuir de las excusas y, aunque sea para hablar “de nada”, me siento obligada a escribir y evitar que los “silencios” suplanten a lo no escrito,  sirviendo de verdugos de este nuevo “viaje”
… Regresemos, pues, al tema que centraba el post…
La verdad es que no soy una persona que le atormente el sentido del ridículo cuando los beneficios que tener que padecerlo pueden reportarme grandes beneficios y, por tanto, no predispongo mis actos a inservibles actuaciones que tan sólo conlleven perdida de tiempo innecesario para tratar de evitarlo. Es decir, que no es el ridículo lo que me conduce a estar sin dormir una noche e invertir otro día en poder recuperar el desmesurado esfuerzo realizado ayer. Por el contrario, el respeto que me merecen el resto de personas es para mi un revulsivo mayor que el que, el estúpido amor propio y orgullo mal entendidos, generan.
En cualquier caso, las buenas intenciones no consiguieron hacerme leer más de tres temas; pero, algo es algo, y esos tres temas junto con ese colchón de conocimientos que mi experiencia en la Universidad de La Rioja (como Presidenta del Consejo de Estudiantes y como miembro de todos los órganos colegiados por los que un estudiante puede pasar en la universidad), así como mi experiencia laboral como "Técnico Local de Empleo" en el Ayuntamiento de Calahorra; podían posibilitarme contestar al menos al 20'59 % del examen. El resto, en algunos aspectos, podía quedar en manos de lo que la vida, de uno u otro lado, me había podido enseñar y yo había sido capaz de aprender, y de la intuición y lógica que fuera capaz de aplicar ante esos temas desconocidos, trasladándolos, mediante razonamientos y una pizca de sentido común, a materias conocidas de similar naturaleza.
De todas formas, no me las daba muy felices puesto que tampoco llegaba a ese examen con la idea de que esos recursos mencionados en el párrafo anterior fueran a ser suficientes para conducirme a aprobar. Sino tan sólo a salvar lo más dignamente posible ese expediente por el que necesitaba pasar y que indudablemente me servirá de ayuda en futuras ocasiones en las que mi intención de superar el examen sea equitativo a las horas y el dedicado a su estudio y preparación. 

Obviamente no soy un "ser extraño", ¡claro que no he ido a suspender intencionadamente el examen! Mas siempre hay que ser coherente y no esperar recoger, como suele inquirirme demasiado a menudo una amiga, más riqueza de la que los talentos sembrados puedan reportar. ¡Por supuesto que quería aprobar! pero obviamente no basta sólo con desearlo y decirlo para lograrlo si no existe un equitativo esfuerzo y dedicación a ese deseo para poder conseguirlo.

Pero, bueno, tengo también una amiga que siempre dice que nunca hay que dejar de ir a visitar el árbol porque, a veces, la manzana que mimamos y esperamos a que esté convenientemente madura para recogerla y comérnosla; cualquier día puede terminar cayendo y, si no estás, cualquier listo que se haya perdido y pase por vez primera por allí se la llevará sin plantearse e importarle la labor que otros hicieron para que creciera.

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