jueves, septiembre 01, 2011

Absurdo orgullo

Pasado el fin de semana; un fin de semana especial para mí por ser mi cumpleaños (28 de agosto) y las fiestas de mi ciudad, Calahorra; aun sin haber conseguido descansar lo suficiente para afrontar otro finde en La Rioja, tocaba escribir esta entrada que no pretendía ser más que un gran agradecimiento a todos aquellos que han contribuido a hacerlo posible. Esa entrada iba a denominarse "Gracias"
 
Una vez comenzada y escrita una buena parte de ella, sobre diferentes aspectos, diversas situaciones, incluso consideraciones del tipo "soy de las que consideran que los cumpleaños y sus regalos no deben ser antes del día del cumpleaños", he creido conveniente segmentar en varias esta entrada ya que comenzaba a tomar una infumable extensión, más acorde con una novela que con una entrada de un blog. Además, varias asuntos quedaban inconclusos y, sería injusto, que quedaran así. Por ello, ahora toca separar, reescribir y reconducir lo escrito y concluir lo no escrito. 

Para llegar a ese 28 de agosto de 2011 era pertinente empezar dos días antes; el viernes, 26 de agosto. Debía empezar dando las gracias a quienes supieron mirar horarios por mí, que lograron esquivar mi cabezonería extrema de aquel día en el que, indudablemente, merecí quedarme debajo de algún puente. Y se preocuparon de que llegara como fuera, pendientes de que en sólo 20 minutos hiciera lo que, en situaciones normales, requiere al menos 40. 

Y no sería justo que lo que iba a ser el inicio de esta entrada, este tema, quede exclusivamente en ese párrafo. Y no sería justo seguir sin empezar, esta nueva parte de esta entrada del blog, por pedir mil disculpas a los dos protagonistas principales de esta entrada. Mil y mil y mil disculpas.
 
Hace unos años, sería finales de mayo de 2005, dos amigos, Mon y Raúl (actores secundarios de esta entrada), me enseñaron una importante lección. Recuerdo que era de noche; recuerdo que veníamos de jugar un partido de tenis; recuerdo hasta que ropa llevamos y no suelo acordarme de esas cosas; recuerdo que hacía frío, incluso mucho para estar en pleno mes de mayo; recuerdo que veníamos del "Poli"; recuerdo el Corsa rojo; recuerdo... y recuerdo, aunque a veces me empeñen en olvidar, aquellas dos frases "cuando te picas, te encabezonas sin sentido y, además, callas" la otra era "con los amigos no puede haber huevos, hay que comérselos"

Y, aunque lo sé, no siempre lo recuerdo. Y; alguna vez, menos mal que no es muy frecuente; me pico sin sentido y no hablo. Y cuando me pico, a veces me encabezono en algo que un estúpido orgullo me obliga a hacer o no hacer. Y, aunque merecí pagar las consecuencias de mis actos, algunos decidieron intentar esquivarlos enesimas veces, preocuparse y, sobretodo, ignorarlos y perdonarlos. Y en ese momento regresé a mayo de 2005 y vi a Raúl y Mon en mitad de la carretera del "Poli" echándome aquella bronca. Y me di cuenta de lo imbécil que había sido y; por lo menos,esta vez; fui capaz de comerme el orgullo. Un orgullo que se esfumó y, mientras lo hacía,  desempaqueto alguna cosa guardada de mi "Desordenada Habitación".
 
Alguien me preguntó durante la tarde del domingo qué es lo que me habían regalado para mi cumpleaños. No contesté y no pienso enumerarlos uno a uno aquí, pero hoy sí voy a incidir en cuál fue el mejor (lo siento, Manu), y fue, curiosamente y sin quererlo, dos días antes de mi cumpleaños. Porque el mejor  fue éste.

Gracias mil porque, si no, este último finde no hubiera sido posible, de verdad, gracias mil. Y sobretodo, gracias por recordarme ciertas lecciones, lecciones sobre cómo la cabezonería y el orgullo no conducen a nada, y enseñarme lo imbécil que puedo llegar a ponerme, sin mucho sentido, en algunos momentos en los que me da por no acordarme de a lo que, la cabezonería y el orgullo con los amigos, conducen. Y, sobretodo, gracias por no tenerlo en cuenta y "dejarlo pasar".

Al final, incluso la cabezonería por no recibir regalos antes de mi cumpleñaos, me juega también una mala pasada. Prometo aprender más y aprender a no olvidar.


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