lunes, mayo 09, 2011

Campaña electoral



Comienza una campaña electoral, otra más, y lo hace marcada por la “¿sorprendente?” decisión del Tribunal Constitucional de permitir la concurrencia a las elecciones de Bildu. Pero, bueno, respetemos a los jueces y dejemos el tema que bastante se ha escrito de esto ya.



Lo único que está claro es que la tranquilidad será, durante quince días, resquebrajada por discursos de la clase política cargados de promesas que cumplir e incumplir durante los próximos años.



Es también el momento de los premios, merecidos algunos, inmerecidos lo más.  De observar como aquellos que durante los últimos meses o incluso sólo las últimas semanas, se han dejado ver por las sedes de los partidos políticos buscando que algún obsequio les tocara en la rifa. De esos capaces de hacer cualquier cosa, sin medir las consecuencias ni la legalidad de sus acciones, que, una vez hecho, empezarán a correr en otra dirección dejando las consecuencias al pobre que venga detrás y deba, por decreto muchas veces, hacerse cargo de lo que sea con la boca cerrada para que “no se note” lo que hizo/deshizo el predecesor.



Con las listas ya hechas públicas, muchos permanecen a la espera de saber si se llevarán algún premio en la pedrea (cualquier secretaria, fundación, puesto de asesor de lo que sea y para lo que sea… vamos, lo que sea) que sirva para reconocer su mérito de trepar, sacar los ojos a supuestos amigos o repartir lametadas a diestro y siniestro.



También están quienes han vivido toda la vida del cuento, de uno u otro enchufe, y desconocen el coste de ganarse por si mismos las cosas y ven peligrar la vaca que fue fuente de sus enchufes. Entonces, rápidamente, no se ponen a intentar cuidar o mimar a su vaca, a darle brillo, a defender a quién les ha facilitado la vida durante todos estos años, no; sino a venderse al mejor postor y buscar otra vaca que les pueda dar leche



Es la historia de siempre, esa que trae aparejada cualquier campaña electoral.



Pero tras la campaña, queda el día a día, la realidad y las consecuencias de lo que hemos elegido



Y, entonces, observamos entre nuestros representantes públicos, una estirpe que bien podemos denominar como “carguchos”. Los “carguchos” son esos que nunca han sido nada y han llegado a donde están sin esfuerzo (más allá del que lleva aparejado el trapar y lametear), son esos que se creen con estatus de Dios en cuanto les dan algo de responsabilidad, responsabilidad que confunden con la creencia de que se les confiere poder y ahí reside en gran parte el problema. Y desde ese mal entendido poder, hacen y deshacen a su antojo; con esos mismos remordimientos que posiblemente los auparon a donde ahora están, esos de los que se valieron en su caza por la selva, esa selva por la que treparon al precio que fuera.



Esos que ahora necesitan de la ayuda de quienes no son como ellos, de quienes no creen que el fin justifique los medios, esos a los que no les tiembla la voz a la hora de hacer promesas que posteriormente incumplir o empujarte al abismo más tarde cuando logres conseguir por tus propios medios lo que sea. Y no importa lo que te deban o dejen de deber. Da igual. Y es que en política la memoria es frágil y no dura más allá de lo que dura una campaña electoral.



En fin; pero también hay políticos buenos y la pena es que los malos enturbien tanto el saber y buen hacer de los que realmente están en sus puestos porque se lo han ganado y en los que hay que confiar para que “esto” salga adelante… porque, además es importante que “esto” salga adelante, de verdad.



Esperemos que tras el 22 de mayo hayamos conseguido poner a la sombra al mayor número de “carguchos”, aunque el sistema de listas cerradas impide, muchas veces, que esto sea real. Sin embargo, aunque es muy difícil, como el soñar el gratis, permítanme que sueñe que, tras las elecciones municipales y autonómicas, nuestras instituciones sólo estarán regidas por buenos políticos. Porque, de no creerlo, me temo que no sería capaz de aguantar estos días de zozobra electoral.

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