miércoles, noviembre 03, 2010

La Copa de Mundo llega a Calahorra (o sobre la magia de los gratos recuerdos)
(Comenzando desde el final)

Continúa el periplo de la Copa del Mundo  que, durante estos días, hace escala en La Rioja. Tras pasar el fin de semana en Logroño y recalar en Álfaro el día de todos los Santos, el día 2 de noviembre hace su parada en Calahorra. Recibida en la casa Consistorial  calagurritana, posteriormente, es trasladada hasta el pabellón Europa de este mismo municipio. Pero, ¿es realmente importante esta iniciativa?, ¿Necesaria?, ¿A caso tiene sentido?



El pasado sábado, en Logroño, quedé con un amigo para ir a las Gaunas a verla. Eran las 12:00 cuando llegamos a las inmediaciones de ese estadio en el que, tan sólo tres días antes todo un estadio se puso de pie para aplaudir el cambio de un jugador del equipo rival (como ya comentaba en mi anterior post). Cuando llegamos, nos topamos con una pequeña fila que salía del interior del estadio por la puerta uno. “Como mucho, en veinte o treinta minutos estamos fuera”. La sorpresa fue cuando nos aseveraron que la fila que veíamos se estendía hasta la puerta seis, daba la vuelta y que… podíamos cuantificarlo en unas tres horas y media. 

Nos miramos y nos fuimos. En ese momento decidí que el martes podía ser una buena oportunidad en Calahorra para ver a copa, máxime cuando hacía un tiempo que debía visitar a mis padres, tomar café con una amiga con la que en mis últimas visitas en lunes no había podido coincidir y hacer alguna que otra gestión.

Tenía varios asuntos que cerrar el durante la noche del lunes y la elección del este martes para bajar a Calahorra no se tornaba como la mejor. Esto junto al hecho que no soy nada fetichista hacían de mi visita hasta Calahorra para ver la Copa del Mundo como algo de dificultoso entendimiento y que posiblemente no fuera mucho conmigo. Sin embargo, esta vez quería hacerme una foto con aquella copa. Y no sólo porque podré contarle a mis nietos que una vez la ganamos, no… era por mucho más que sólo eso.

Aunque la mañana se complicaba cada vez más para llegar convenientemente a la recepción de la copa; esto tampoco me hacía desistir en mi empeño. Y si no era fetichismo, ¿Qué es lo que era? Cuando el Alcalde de Calahorra cogió la copa, nada más tenerla entre sus manos y posiblemente sin darse cuenta de ello, estaba esbozando el sentido de que es copa recorriera España, que los ayuntamientos hicieran el esfuerzo de poder compartirla con los ciudadanos y que estos pudieran sentirla en primera persona.

Marca tras primer partido Mundial 2006
Y, efectivamente, no es fetichismos ya que, aunque puede que sí sea un trofeo histórico, realmente es intrahistórico. La historia dice que España perdió el primer partido y venció en sus siguientes seis finales hasta poder levantar esa copa. La intrahistoria de cada uno, de cada español aficionado o no al fútbol o incluso de cada jugador es diferente y esos bonitos momentos, cuando los recordamos, son los que nos hacen sonreír y ahí está esa copa para transportarnos, por unos instantes, a ellos.

Volver a revivir esos buenos momentos compartidos con familiares, amigos, pareja o en soledad. Frente al televisor, creyendo que esta vez… igual sí… pero en bajito… que, aunque no se sea supersticioso, tampoco hay que mentar a ese diablo que, mundial tras mundial, nos convierte en ganadores nada más traspasar por primera vez la meta rival para terminar, poco después, “jugando como nunca y perdiendo como siempre”.
  
Es curioso; hay gente entre la que me incluyo, que es incapaz de sonreír para hacerse una foto y, aún menos, de hacerlo de forma natural y no forzada. Hoy he hecho muchas fotos y, revisadas posteriormente, sorprende ver en esas imágenes la sonrisa e ilusión plasmada en los protagonistas de cada una de ellas.

Javier Pagola, alcalde de Calahorra, recordó ese gol de Puyol vivido durante una cena con los concejales de su grupo o ese partido en la Plaza del Castillo de Pamplona en plenos San Fermines o la salida de la casa consistorial de aquellos chicos disfrazados de los jugadores de la roja en la celebración de la noche del 11 de julio.

Yo recordé aquellos nervios previos a cualquier partido, esas silenciosas palabras que acompañaban nuestros pasos que nuestros cabizbajos ojos vigiladas sin saber por qué mientras farfullábamos entre dientes “estos nos han hecho campeones de Europa… debemos creer en ellos”, y esas nerviosas caladas del “por si acaso”, esos cristales rotos en aquel bar. Las visitas a Murrieta; solitarias primero, multitudinarias después. Y recordé esa media sonrisa de ilusión que aquel anuncio de una bebida emitido durante esas fechas me provocada “elige bien con quién vas a compartirlo porque, está vez, lo vamos a recordar toda la vida”.

Es obvio que en la vida a menudo topamos con malos momentos que se ciernen en nuestro camino y se elevan cuan obstáculos infinitos e imposibles, en principio, de salvar y que una vez superados, su logro y la distancia nos los devuelven a nuestra mente como pequeñas escaleras que facilitan el acceso al objetivo final. Pero indudable en la vida hay grandes momentos y debemos saber aprovechar la fragilidad de la memoria para manipularla y convertir lo bueno en eterno; haciendo incluso, que la flor más insignificante nos invite a sonreír.

Al descargar las fotos volvía a recordar. Y recordando, recordé que alguna vez merece la pena recordar y no olvidar. Y que los recuerdos de otros, del alcalde de Calahorra en esta ocasión, avivaron mi memoria y me devolvieron esos  bonitos momentos. 

A partir de este post y a lo largo de tres  más (más uno), les voy a narrar mi intrahistoria de esta parte de la Historia. Seguro que difiere enormemente de la suya, posiblemente incluso seguro que difiere de la de aquellos que la compartieron conmigo. O puede que, a pesar de todo, en algunos momentos posiblemente se asemejar a la de otros que vivieron esa parte de la Historia a varios cientos de kilómetros. Pero da igual porque, al igual que esa copa, posiblemente nos haga esgrimir una sonrisa recordando la nuestra propia.

2 comentarios:

  1. Soy un gran aficionado al fútbol y por desgracia, como mi profesión manda, la final de la copa de Europa la pasé trabajando. Pero como sabía que si sucedía lo que aconteció iba a ser mucho más grande logré librarme de la cámara que siempre me acompaña y poder disfrutar de uno de esos momentos que recordaremos todos y cada uno de los españoles. Y esta vez por algo bueno.

    Yo también tuve la suerte de poder tener esa copa en mis manos, el domingo en las gaunas en mi caso, y de rememorar esos momentos de alegría.

    Gracias a todos los españoles. Los que jugaron el mundial, por ganarlo, y los que no lo jugamos por dejar que fueran otros los que lo jugaran.

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