Días extraños
Estamos ya en el ecuador del otoño. Días lluviosos, soleados a veces, grises los más; demasiados fríos, aún alguno soleado. Y otra vez niebla, a veces hasta lluvia. Inestabilidad. (Ahora vendría aquello de las hojas de los árboles caen al compás del discurrir de las hojas que marca el calendario; bla, bla, bla… que dejo para otros). La primavera y el otoño son las estaciones del caos.
De igual forma han pasado mis últimos días: Trasteando entre empedrados renglones sueltos; silencios blancos y negros, imposibles discordantes... a veces, simple ruido.... Intentando unir sonidos mediante un dificultoso PERT plagado de holguras desorbitadas y múltiples caminos críticos de varianza infinita.
Por lo demás, las cosas siguen su paso. Cada día son más los temas de las diferentes asignaturas de esta nueva titulación que decidí un día estudiar y cada vez es menos el tiempo que dispongo para ponerme a ello.
Inexorablemente se acercan los “exámenes de febrero” que ahora son en enero; pero de esto no tiene culpa los vaivenes “meterlo-lógicos”- sino la “sin-lógica” de que en mayo sea junio y en julio sea septiembre y, para más saña, se pretenda resolver todo un curso en tan sólo quince días. Algunos se aferran a defender que tiene que ser así porque es lo lógico. Yo, mientras tanto, me aferro a creer que de todo tiene que haber en esta vida o, como diría un amigo “hay gente que está en el mundo porque tiene que haber de todo”.
En otro orden de cosas, durante la última semana tan sólo he logrado descubrir la
En otro orden de cosas, durante la última semana tan sólo he logrado descubrir la
Días extraños estos últimos vividos lejos de mi blog. Será que se estarán contagiando del tiempo o que yo me estoy dejando impregnar de ellos.
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