miércoles, julio 13, 2011

Viernes de dolor

Hace mucho tiempo que quiero escribir esto. Esta nueva entrada al blog no empieza hoy, empezó hace tiempo y, poco a poco, he ido completándola porque, mentiría si dijera que es fácil para mi escribir una entrada como ésta. Pero no es por lo que digo o por lo que dejo de decir de decir en ella... lo que pienso y creo,  no lo va a cambiar (o eso quiero creer) nada ni nadie... Pero... es por todo lo que siento.

Siempre que pienso en esto, recerdo el comienzo de "Las bicicletas son para el verano, obra de teatro de Fernando Fernán Gómez , que comienza con dos niños en un descampado, poco antes de abril de 1936, jugando a "las guerras", cuando, entre tiro y tiro, un niño le dice al otro "¿te imaginas que aquí hubiera una guerra?", obteniendo la respuesta de "eso es imposible, ¿Cómo va a haber una guerra aquí"

En Semana Santa, el domingo previo se llama Domigo de Ramos, el jueves santo... jueves santos, el domingo es domingo de resurrección y, para mí, tras ese 21 de marzo de 2008, el viernes de pasión se convirtió en viernes de dolor.

Durante esos días, de miércoles a martes de la semana siguiente, yo estaba colaborando en un medio de comunicación de La Rioja baja. Eran unos días tranquilos, con procesiones varias en diferentes localidades y algún campeonato deportivo que, habitualmente, suele complementar esas fechas. Nada importante, máxime cuando muchos suelen aprovechar para irse de vacaciones durante esos días.

El jueves noche aproveché para resolver algunos asuntos pendientes ya que el viernes tan solo me esperaban un par de procesiones matinales y pensaba aprovechar toda la tarde para dormir y descansar placidamente.  Así que, me desperté temprano. Pantalón vaquero, camiseta de manga larga gris verdosa, cazadora de piel marrón, que por la mañana el frío es intenso en el mes de abril, y la mochila blanca al hombro para llevar el material. Primer destino: Arnedo. De vuelta a Calahorra, una parada en Autol, para cubrir "El encuentro" catón y alguna cosilla más, se tornaba casi necesaria. 

A las doce del medio día, con un sol de justicia, cazadora en mano, comenzaba a cubrir la procesión calagurritana del viernes de pasión. Debido a mi "conocimiento" del Casco Antiguo, me pierdo en él. Normalmente la Policía Municipal se halla en diferentes postas del paso de la procesión por lo que, rápidamente me reconducen hacia la ruta. Bucándo bellas imágenes, vuelvo a salirme de ella; pero ya no encuentro policía que reconduzca  mi trayectoria aunque, conociendo el final de la procesión, decido encaminarme hacia la iglesia de San Francisco sin dar más importancia a este hecho.

Pasadas las 13:40, al son de los trabadores, los pasos bailan a la puerta de la Iglesia de San Francisco. Mi móvil comienza a sonar. Es el momento más bonito de la procesión por lo que aprovecho para fotografiarlo. Mi móvil vuelve a sonar. A la tercera vez, contesto: "baja hacia el cuartel, hay una amenaza de coche-bomba".-me inquiere mi interlocutor. "Paso".- conteso yo.- "estoy harta de ver un perro corriendo en dirección contraria."

Aquella frase provenía de que, viviendo al lado del Cuartel de la Guardia Civil, había vivido múltiples amenazas de bomba que siempre concluían con el perro experto en explosivos dirigiéndose en dirección contraria a lo que, supuestamente, era el coche, unas veces, maleta otras, paquete también; que contenía la supuesta amenaza de explosivo.

"Baja, anda, que tienes la cámara del períodico"
"Vale, bajo para hacer fotos al perro"
Y bajé
La cazadora me molestaba en la mano. Me la puse para poder ir más rápido, aunque el calor me axfisiava

Mientras intentaba llegar hasta el cuartel, en medio de una Calle Grande plagada de personas recibí la llamada de un amigo "Maru, ¿sabes qué pasa que a mi madre le han dicho que se vaya de casa y yo estoy bajando a Calahorra?". Con tanta gente a mi alrededor, no podía hacer que cundiera el pánico: "No sé".- respondí y colgué para enviar a mi amigo un SMS diciendo "amenaza coche bomba". Seguido, aunque, por el mismo motivo, hay cosas que no se deben hacer, es inevitable no hacerlas, llame a casa (ya que vivo a 50 metros del portal) y hablé con mis padres:
La columna de humo rompe el firmamento calagurritano
-"Hay una amenaza de coche bomba en el cuartel"
- Entonces, nos vamos de casa.- contestó mi madre
- ¡No!.- le respondí.- haz lo que la policía te diga
- Ya veré.- dijo mi madre justo antes de colgar
Y, un minuto después, dos fuertes golpes sonoros retronaron y resquebrajaron Calahorra que se tornó en una columna de humo que apareció antes mi, un humo negro que comenzó a ascender, mientras desde la base surgía una llama; hasta que la columna  se abrió formando la cabeza de un champiñon y la llama empezó a desaparecer de la base para concentrarse en la cabeza. Fui consciente de todo y durante ese largo instante de milésimas de segundo, fui capaz de apreciar todo, ver todo, ser consciente de lo que estaba pasando, pensar que mis padres podían haber salido de casa por mi culpa y finalmente, decidirme a hacer la foto justo cuando algunos de los trozos del coche bomba comenzaban a descender del cielo.

Y tras eso, el instinto. Para la mayor parte, el pánico: Gente que corría despaborida intentendo alejarse de la nube al grito "es una explosión de gas", "es una bomba", "¿pero como va a ser una bomba?" Por el contrario, yo corría en dirección a la explosión, cámara en mano, en plan "corresponsal de guerra" sin saber, realmente, muy bien qué es lo que estaba haciendo.

Zona cero
A pie del cordón policia hallé a mis compañeros de prensa alejándose. Debía llamar a casa. Tarde dos minutos, que se me hicieron dos horas, en confirmar que la bomba se había producido en el lado contrario del cuartel en el que mis padres residían. Y llamé dos veces a algunos que entonces eran mis amigos y ya no lo son. E intenté saltarme el cordón policial por un lateral hasta que la Guardia Civil me detuvo. Y no volví a sentir ni frío ni calor durante unos días. Y no sé lo que dije, si es que algo dije. No  tuve hambre o sed o puede que sí pero no lo supe. Saludaba a la gente con la mirada, pensando que con ella interpretaban esa conversación inexistente. Y ellos me respondían igual. Y fumaba, sólo fumaba y fumaba. Y hacía fotos. Y fumaba

El verdadero coche
Y muchas cosas pasaron. Y no pude vover a casa a por pilas para la cámara porque mi casa estaba dentro del cordón policial. Y pasaron más cosas. Y me salté el cordón y me hice con pilas y una batería de teléfono que, poco después, presté a un concejal que acababa de quedarse sin batería. Y descubrí, gracias a los compañeros fotógrafos el verdadero coche. Y recibí llamadas preocupándose por mi y por mi ciudad que no sé que respondí. Y nunca supe si hizo frío o calor. Y fumé aún más.Y logré rehuir a la guardia civil de nuevo para fotografiar el verdadero coche. Y, cuando accedimos a la zona cero, el lugar de la explosión, contuve las lágrimas para poder hacer las fotos suficientes del lugar en tan solo ese minuto del que dispusimos los medios gráficos. Pero no sé si hacía frío o calor.

Políticos a gogo copaban y aparecían en el lugar. Fue el primer atentado tras las elecciones generales, tras el asesinato de Isaies Carrasco. Así que, esto hacía que el número de políticos fuera increccendo según pasaban los minutos y que fueran pegándose codazo para ver de que partido y administración pública aparecían más.

Los había de todas las especies, de esos que daban largos discursos sin sentido con elocuentes palabras que ni ellos se creían y otros que te miraban, cuando tú los mirabas, en aquella conversación en las que las palabras nunca fluían. Y así fue hasta la concentración en la puerta del Ayuntamiento a  la que acudieron miles de calagurritanos. Fue una concentración silenciosa, pero el silencio procedía no sólo de la convocatoria de la concentración; sino de esas conversaciones de miradas que todos seguíamos dirijiéndonos porque no éramos capaces de pronunciar ni una sílaba. Y todavía no hacía frío ni calor

Socabón dejado por el coche bomba
Después, a las semanas, llovió. Bueno, debió llover antes, porque la lluvia provocó la suspensión de la procesión del domingo de resurrección; pero, eso, no lo recuerdo. Y, en esos días, hizo frío y despúes calor.  Y las hojas del calendario se sucedieron, y pasaron los meses, las estaciones y los años. Y la vida siguió su curso como si aquel día nunca hubiera ocurrido. Ahora hablamos entre nosotros; pero no de lo ocurrido esos días. Y se acabó.

Todo sigue igual, nada ha cambiado. Tan sólo, insignificantes detalles: curiosamente, ahora ya no me sobresalta el ruido de un petardo, una traca a mis pies, una explosión... ahora, sin embargo, sólo temo el silencio de una concentración... Paradojas de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario